"Toma tu dolor y conviértelo en arte."
Aún me dueles, aún te pienso, aún te siento.
Pesa, quema pensar que alguien a quien quisiste tanto te pudo haber hecho tanto daño.
Duele pensarte tan lejano; pero cerrar los ojos y sentirte.
Estalla la cabeza de pensarte, de caminar y escuchar como nuestros lugares gritan tu nombre.
Llevo en la espalda un saco del recuerdo de tus brazos sujetando mi cintura, tus labios en los míos, y el ardor de tus dedos en mi piel.
Aplastado por el recuerdo de tu estúpida arrogancia, tu rostro enfurecido, tus manos pesadas y mis lágrimas en el marco de tu puerta.
Se me desmorona el alma y mis piernas se doblan de encontrar tu olor en mí y ver en otras superficies, tus lunares. Pisotea mi corazón el recuerdo de las humillaciones, la violencia y el desprecio que dejaste en mí.
Pero aún te pienso, aún te escucho en las canciones y te saboreo en algunas comidas.
Duele cuando te recuerdo pero duele aún más cuando ni siquiera te pienso.
Enfurece que te hayas llevado tanto, que ya no te crea tus disculpas. Que ya no me sepan tus palabrerías. Que me hayas dejado muda, que con tu partida, te llevaras la poesía.
Duele en lo profundo de mi ser ya no quererte de vuelta, a pesar del gran amor que todavía siento.
Duele, mi amor, que seas la experiencia, el aprendizaje, lo que te hace más fuerte, que seas una lección y no hayas llegado para quedarte.
Arde en la sangre saber que solo me aferré a la idea del amor en lugar de sentirlo realmente. Pero, cariño, no me malinterpretes, tu partida me hace sonreír con los ojos, pues transformé esa idea de amor en amor propio; de verdad que de tanto perder, salí ganando.
Esto, no es ni un hasta pronto ni mucho menos un hasta luego. No, querido, es un hasta siempre.
Si dos personas están destinadas a estar juntos, solo les quedará ser juntos, no encontrarse después.
Pesa, quema pensar que alguien a quien quisiste tanto te pudo haber hecho tanto daño.
Duele pensarte tan lejano; pero cerrar los ojos y sentirte.
Estalla la cabeza de pensarte, de caminar y escuchar como nuestros lugares gritan tu nombre.
Llevo en la espalda un saco del recuerdo de tus brazos sujetando mi cintura, tus labios en los míos, y el ardor de tus dedos en mi piel.
Aplastado por el recuerdo de tu estúpida arrogancia, tu rostro enfurecido, tus manos pesadas y mis lágrimas en el marco de tu puerta.
Se me desmorona el alma y mis piernas se doblan de encontrar tu olor en mí y ver en otras superficies, tus lunares. Pisotea mi corazón el recuerdo de las humillaciones, la violencia y el desprecio que dejaste en mí.
Pero aún te pienso, aún te escucho en las canciones y te saboreo en algunas comidas.
Duele cuando te recuerdo pero duele aún más cuando ni siquiera te pienso.
Enfurece que te hayas llevado tanto, que ya no te crea tus disculpas. Que ya no me sepan tus palabrerías. Que me hayas dejado muda, que con tu partida, te llevaras la poesía.
Duele en lo profundo de mi ser ya no quererte de vuelta, a pesar del gran amor que todavía siento.
Duele, mi amor, que seas la experiencia, el aprendizaje, lo que te hace más fuerte, que seas una lección y no hayas llegado para quedarte.
Arde en la sangre saber que solo me aferré a la idea del amor en lugar de sentirlo realmente. Pero, cariño, no me malinterpretes, tu partida me hace sonreír con los ojos, pues transformé esa idea de amor en amor propio; de verdad que de tanto perder, salí ganando.
Esto, no es ni un hasta pronto ni mucho menos un hasta luego. No, querido, es un hasta siempre.
Si dos personas están destinadas a estar juntos, solo les quedará ser juntos, no encontrarse después.
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