¿Nos tomamos un café?
Hoy, comparto mi recuerdo favorito, no como un poema en prosa, sino como una charla entre el lector y yo, como si nos estuviésemos tomando un café juntos.
Existen personas con las que sientes que por ir de su mano, ya es ir en la dirección correcta. Él me hacía sentir de tal manera. Yo le preguntaba a dónde me llevaba y él solo contestaba: Tú vente.
En aquella ocasión, como tantas otras, yo fui, de su mano, a la feria de su pequeña ciudad.
Cual película de comedia romántica, nos divertíamos en los juegos, compramos una marquesita en un pequeño puesto y bebimos agua de horchata.
Tomamos fotografías, que ahora solo viven en, me gusta creer, nuestras memorias, pues con el tiempo, se extraviaron.
Cuando no quedaron nuevos juegos por visitar, después de haber estado por tercera ocasión en la cima de la rueda de la fortuna, perdiéndonos más en la mirada del otro que en la ciudad, decidimos encontrarnos por la orilla del mar.
Caminábamos descalzos, sosteniendo nuestros corazones de la mano, charlando profundamente sobre situaciones comunes, idealizando también las ganas de congelar lo que estábamos viviendo; hoy puedo decir que lo logramos, confío que el momento vive en nuestros corazones.
Todavía puedo oír el sonido de mis carcajadas cuando tropezó y quedó cubierto de agua y arena, a la par que yo hacía lo mismo solo por diversión.
Tras una pizza en un restaurante por la zona y las miradas desconcertadas de las personas al rededor, por nuestra apariencia, regresamos a casa a dormir con la sonrisa en los ojos, el corazón contento y el recuerdo de un amor que aunque acabó, existió.
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