¡Sí, me enamoré de un feo!

Y tendría que verlo para creerme. Los ojos negros y ardientes al mirarme, deseosos de amar. Las cejas fuertes al retarme, ligeramente unidas al centro. Y los labios, ¡carajo! de verdad que tiene los labios más feos; siempre resecos, con un pequeño lunar en el labio inferior.

Pero, créame cuando le digo que estoy tan enamorada como niño del dulce. Y le cuento que tiene la sonrisa más bella; que puede alegrar hasta al más infeliz miserable.
Y es que él, tiene el corazón noble.
Hoy me encuentro perdida en su mirada. Cuando me abraza, me siento en el mejor lugar, en el más seguro.

Es verdad que la atracción mental es mucho más fuerte que la física. Pero, le mentiría si le dijera que físicamente no me hace perder la cordura, pues, me enamoré de la mejor puta obra de arte.
Tendría que verlo una tarde cualquiera, al escuchar buena música, cierra los ojos, la vive; poesía.

Este hombre es el más romántico de los poetas, y es que además, todo él es un poema, al hablar, reír, llorar, su dulce andar.

Me enamoré en secreto, como no se debería amar, y hoy las ganas de gritarlo, me corroen por dentro.
Quiero decirle que aunque le parezca descabellado, no es más que la verdad. Y no me vea así, que me es realmente difícil decirlo.
Tal vez, no vuelva a ser lo mismo, y duele un poquito, pero no se asuste, que solo lo digo por el gusto de hacerlo.

Él tiene los demonios, yo las ganas de conocerlos. Él es de los que quitan, de los que consumen, y yo de las que dan, de las que se enamoran con la misma rapidez del periódico en las mañanas. Y no resulta triste ni devastador, pues me gusta el juego, y él, juega sin reglas.

Lo lamento por tremenda confesión. Sé que no lo comprende aún, pero, ¿quién no iba a perder la puta razón por usted?

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