LAS TRES DE LA MADRUGADA.
Y es
que eso pasa con una escritora como yo. Al momento que sus labios la rozan, las
letras aparecen como huracanes en su cabeza.
Y luego lo combinas con la madrugada, el momento de vulnerabilidad precisa; cuando las hipócritas de mis piernas cobran vida propia y bailan a su ritmo; en que escucho cómo mi corazón palpita y el silencio de mi habitación se ve interrumpido al escuchar los estruendosos ruidos de mi pensar.
Y luego lo combinas con la madrugada, el momento de vulnerabilidad precisa; cuando las hipócritas de mis piernas cobran vida propia y bailan a su ritmo; en que escucho cómo mi corazón palpita y el silencio de mi habitación se ve interrumpido al escuchar los estruendosos ruidos de mi pensar.
Y es
así como vivo absorta en el remolino emocional que me cargo.
Eso es
lo que sucede con una escritora como yo a media noche.
Si me
permites estar contigo por otros días, después podré contarte lo que sucede con
nosotros a las cinco de la tarde, a las nueve de la mañana y a las diez de la
noche.
¿Que qué es lo que quiero?
No lo
sé a punto fijo. Y cuando te digo que no debe ser complicado es porque para mí
no lo es, y deseo que para ti tampoco lo sea.
Y es que,
la verdad, todo es más sencillo; estoy a tu lado y una sonrisa invade mi
rostro.
No
quiero parecer insistente, pero soy de la idea de explotar mi libertad, hacer
lo que se me antoje y no dejar nada. Y hoy, te quiero a ti.
¿Algo casual?
Ya tengo suficientes casualidades en mi vida.
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